martes, 22 de febrero de 2011

¿Y tú? ¿Qué estás esperando?

Este post tiene bastante tiempo en el tintero de mi cabeza y la demora ha sido principalmente por olvido mío. Gracias a Dios las circunstancias me lo volvieron a recordar.

¿Te has puesto a pensar en todo lo que tienes? Me imagino que parte de tus sueños nacieron después de conocer alguno de tus talentos, pero en realidad conoces TODO lo que tienes y lo que eso implica?. Muchos nos conformamos con esa sola cosa (o pocas cosas) en la que somos buenos, ya sea que la aprendimos o que simplemente nacimos con eso.

TalentosRecordaba la parábola de los talentos y sobre la importancia de multiplicar esos talentos (Mt. 25:14-30). Dios nos dio a cada uno diferentes talentos, pero no sirven de nada si no los multiplicamos, es decir, si no los usamos de la manera correcta, esa es nuestra responsabilidad.

Una manera de multiplicar tus talentos es compartiéndolos con los demás, enseñando a otros y ayudándoles a descubrir los suyos. En mi caso, he pensado en mis talentos y en la gente que quisiera tenerlos (y que seguramente los usaría mejor). Pero no se trata de una competencia o disputa por tener tal o cual talento (Dios es el que reparte), por eso se llama CUERPO porque cada uno cumple una función distinta para lograr un mismo objetivo. El punto es que al ver lo que Dios nos ha dado llegamos a entender que son como joyas que tenemos que usar bien (para Su gloria) y explotar todo de nosotros pues no nos fueron dados los talentos para meterlos en un cajón. Debemos tomar acción al respecto pues Dios, como en la parábola, nos pedirá rendir cuentas sobre la administración de eso que nos dio.

Para terminar, es importante también recordar lo que dijo Pablo, el apóstol:

“Pero esto, hermanos, lo he presentado como ejemplo en mí y en Apolos por amor de vosotros, para que en nosotros aprendáis a no pensar más de lo que está escrito, no sea que por causa de uno, os envanezcáis unos contra otros. Porque ¿quién te distingue? ¿o qué tienes que no hayas recibido? Y si lo recibiste, ¿por qué te glorías como si no lo hubieras recibido?
(1Cor 4:6-7, énfasis mío)

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