Luego de un parto natural a la criatura se le corta el cordón umbilical pues ahora se encuentra en un medio en el que no lo necesita más. Como personas que quieren vivir agradando a Dios, nosotros los cristianos, a diferencia del niño nos debemos unir “umbilicalmente” a la fuente de todo lo que necesitamos para vivir, a Dios.
Es literalmente un nuevo nacimiento, pero en el sentido espiritual. ¿Te imaginas a un niño que, siendo feto aun, le dice a su madre que no necesita de ella para desarrollarse y que por favor lo saque de una vez? ¡Estaría loco! (bueno si fuera posible).
A veces queremos hacer lo mismo, decimos que dependemos de Dios y le pedimos que nos ayude día a día pero con nuestros actos y nuestras decisiones demostramos todo lo contrario.
Normalmente cuando escribo lo hago para mi mismo, y esto no es una excepción. Siento que no he estado viviendo con integridad en algunas áreas de mi vida y creo haber encontrado el motivo. Dios en su misericordia nos muestra lo que anda mal para que podamos arrepentirnos y seguir caminando con Él. No para vivir llorando y lamentándonos sino para rendirnos delante suyo y pedirle que vuelva a ordenar lo que se desordenó.
Cuando nos olvidamos de esa dependencia que necesitamos tener de Dios, nos volvemos vulnerables, podríamos durar y resistir solos por un tiempo, pero tarde o temprano caeremos. Si al niño le cortan el cordón umbilical estando dentro del vientre de su madre, entonces no se podrá alimentar, no se desarrollará y morirá. ¡Espiritualmente funciona igual! Nuestra relación personal con Dios es ese cordón umbilical espiritual que nos une a la fuente que nos alimenta, NO LA DESCUIDES.
Aférrate a lo que te alimenta de vida, busca a Dios cada día para que en tu caminar no caigas en rutinas que distraen y enfrían, para que cada día sea parte de una aventura que dependa TOTALMENTE de Dios.