No es novedad, ya está haciendo calor en la ciudad y quisiera aprovechar este post para escribir sobre los peligros del verano, sobretodo para los hombres cristianos. No, no voy a explicar los daños del sol sobre la piel o el agua de mar sobre el cabello, quiero escribir sobre los peligros que el verano trae consigo para nuestra integridad como cristianos.
Las calles están llenas de gente que quiere llamar la atención y que aprovechan la temporada, en especial las mujeres, para verse mucho más atractivas y “sensuales”. Ellas se visten con menos ropa que en invierno, y al parecer hasta compran 2 tallas menos a fin de lucir sus figuras, se ponen más “a la moda”. Por otro lado, varios de nosotros nos vestimos con un babero enorme y una cara de idiota para andar detrás de estos tan llamativos ejemplares. Como sabemos (o deberíamos saber) la santidad que nos demanda Dios se ve afectada por las “miraditas casuales” que damos en la calle cuando nos cruzamos con alguna chica de este tipo, aunque a veces sí es casual esa primera mirada, nos vemos siempre muy tentados a volver a levantar o bajar la cabeza, según sea el caso. Es ahí cuando empezamos a perder, es ahí cuando nuestros pensamientos vuelan, la cara idiota se acentúa y jugamos con ideas que nos llegan como por delivery.
En Mateo 5:27-28 Jesús dijo:
Oísteis que fue dicho: No cometerás adulterio. Pero yo os digo que cualquiera que MIRA a una mujer para codiciarla, YA ADULTERÓ con ella en su corazón.
Cuidemos nuestro corazón.