lunes, 8 de octubre de 2012

Hola, hace mucho que no hablamos

Unos días atrás me encontré con una persona con la que no hablaba hace mucho tiempo. Recuerdo las largas conversaciones que solíamos tener, la pasábamos muy bien solo conversando juntos. Pero esta vez fue diferente.

Empezó con un ¡Hola!, un hola medio emocionado pero que por alguna razón no desató la espontaneidad que solía desatar. Por alguna razón después del clásico “¿Cómo has estado? – Bien, gracias y tú?” se terminó la conversación. Solo atiné a despedirme luego de esperar infructuosamente después de un buen rato. Sentí entonces que la relación de amistad ya no era la misma porque simplemente se había dejado de mantener el mismo contacto.

Me puse a pensar luego que esto mismo nos puede pasar con Dios, nos podemos distraer tanto con la rutina que dejamos de prestarle atención a mantener nuestra relación personal con Él. No sé tú, pero a mi se me hace un poco difícil volver a hablar con alguien a quien no he frecuentado después de un buen tiempo, bueno, no siempre, eso depende mucho también de la otra persona o del origen de esa relación, creo por ejemplo que con mis amigos de la infancia siempre voy a poder conversar sin importar el tiempo que nos hemos podido dejar de ver o hablar.

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Si bien es cierto que nuestra relación con Dios depende de Él mismo, esto no debe ser excusa para decir que si algo anda mal debe ser su culpa. En el desierto les caía el pan del cielo, pero no pasó mucho tiempo y el pueblo empezó quejarse del ¡PAN QUE CAÍA DEL CIELO!. ¿Cómo te puedes quejar del pan cae del cielo cada día? (pero eso será tema de otro post). Lo que quería mencionar aquí es que a veces me cuesta conversar con Dios y que ahora ya sé que es por la misma razón por la que no pude conversar con la persona que mencioné al principio. Es muy importante que tengamos como prioridad número uno el conversar con Dios cada día, pero que sea por amor y que sea sincero, no por compromiso y mucho menos por tener algo que responder en la iglesia cuando alguien te pregunte por eso.

Lo bueno es que siempre podemos volver a conversar con Dios a pesar de que la conversación comience con un “Hola, hace mucho que no hablamos”, solo debes acercarte y buscarlo. Cuida que nada ni nadie haga que esa relación entre tú y Dios se enfrié. ¡Velad y orad!.